Hace dos años escribí esta columna para la revista de divulgación de cultura y animalismo La gata de Colette (meritorio trabajo editorial que se ha sostenido en el tiempo, siendo quizás la única revista impresa gratuita dedicada a unir ambos temas). Con las heridas abiertas por el estallido social, con la desazón de la incertidumbre agudizada por aquel contexto, me pedían un artículo para el número de Navidad. Para alguien que hace tiempo que esta festividad se ha vaciado de los significados comunes era la oportunidad para hacer síntesis de conocimientos y algunas sensaciones que me deja esta fecha, hasta el día de hoy. Acá vamos, reflotando esas líneas:
En todo guion, sea de película u obra de teatro, el espacio es vital para entender la historia, el conflicto, los personajes y el mensaje central que se quiere transmitir. De ser así, al pensar en Navidad uno se pregunta ¿Por qué Dios habría de escoger como escenario para su encarnación, un lugar tan insignificante como podría ser un pesebre en un pueblo, tan intrascendente como Belén, en medio de la Roma imperial?
Dice el relato bíblico de Lucas (uno de los cuatro evangelistas), que nadie quiso dar alojamiento a una parturienta inmigrante y su pareja obligados a desplazarse por un Ley censal. Sólo encontraron lugar en un pesebre para pernoctar y traer al mundo a su hijo. En primer lugar, teniendo claro que podemos comprender la metáfora de la opción por la humildad y que para un recién nacido, un pesebre no es un lugar, ni un objeto ideal para descansar, debemos entender que este, en aquella época, no pasaba de ser un abrevadero, una artesa (de barro o albañilería o directamente labrado en piedra), donde se tiraba la comida para los animales de guarda, seguramente algunas ovejas y cabras.
Por esto, cuando hablamos de pesebre, tenemos que despojar el concepto de todo el romanticismo idealista franciscano que se le imprimió a fines del medioevo. Acá no hay heno ni forraje primorosamente cortado, ni inodoras ovejas, ni bucólicos personajes enmarcados en una construcción de madera, con forma de tejado en doble caída, como la que se utiliza para facilitar que escurra el agua y la nieve, más propio de Europa que de la árida zona de Judea… donde los tejados son planos (si los había sobre un comedero para animales). Es decir no es nada parecido a un set o locación de Zeffirelli.
¿Qué nos queda entonces? ¿La posibilidad de que efectivamente Dios haya escogido como decorado para su inserción en la historia, ni más ni menos que un abrevadero donde la lengua de unas bestias iba dejando una antihigiénica bazofia o costra de saliva y material orgánico en descomposición que la noche de los siglos hizo desaparecer?
La respuesta se complica aún más cuando sabemos que solo Lucas, un evangelista tardío, relata lo del pesebre. Marcos, el primero que registró la historia del tan esperado Mesías, deja muy en claro que nació en Nazaret (incluso en algún momento, cuando Jesús vuelve a Nazaret, señala que “se fue a su patria”, y en griego “patris” significa literalmente “tierra natal”, “lugar de nacimiento”). Por su parte, a Juan, el evangelista más tardío, no le importa la historia del pesebre y da por sentado que Jesús era de Nazaret. Solo nos queda Mateo que, más bien centrado en la reputación de “justo” del virtuoso José y de justificar su relato para sus contemporáneos, solo menciona Belén, como un guionista que entrega una acotación general, para que el Director de Arte de la película lo desarrolle como quiera. Mateo centra su preocupación en otros personajes, para validar la importancia de este nacimiento: unos magos de oriente (no dice reyes), que inquietan al jerarca de turno, Herodes, con la pregunta por el advenimiento de un nuevo rey (y desde ahí ya sabemos que los mandatarios si ven amenazado su poder son capaces de mandar a matar a menores de edad).
Entonces la trama se simplifica (o complica) al saber que de haber existido Jesús, lo más probable es que haya nacido en Nazaret, pueblo de la zona Galilea, al norte de Jerusalén. Su origen nazareno asoma en veinte citas del Nuevo Testamento y Belén aparece solo en las dos veces mencionadas (Mateo 2 y Lucas 2) y ni hablar de ovejitas, bueyes, camello o el burrito tan mentado en la filmografía. ¿Qué tiene entonces Nazaret que no prospera como propuesta de escenario para esta historia? Fácil: Nazaret tenía una reputación tan mala que puede ser descrita con una frase, la de uno de los propios discípulos, Natanael: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”. Sí, digámoslo, los prejuicios sociales son a veces más fuerte que la evidencia que tenemos ante los ojos.
En efecto, Nazaret era un villorrio desconocido, de pésima popularidad. Tan insignificante, que nunca aparece en el Antiguo Testamento, tampoco Josué lo menciona cuando describe la Galilea, ni el gran historiador Flavio Josefo le asigna alguna mención en el relato de la ocupación Romana a la siempre sediciosa zona galilea. Debió ser, una aldea sin ni una relevancia, en medio de una región conocida por sus continuos estallidos sociales, rebeliones y alzadas contra el poder. Por eso, para la trama de esta historia, que el hijo de Dios hubiera nacido allí, producía estupor entre sus contemporáneos y en sus seguidores por varias décadas posterior a su muerte.
¿Qué pensarías si te dijeran que Dios se ha encarnado en un barrio periférico, en constante agitación social y de muy mala reputación?
Así, fue mejor recordar la versión que (sin desconocer la humildad del origen del protagonista), acentúa la traslación que prioriza paz y mansedumbre, simbolizada en la dócil oveja, más que la versión del nacimiento entre familias que buscan libertad y justicia ¿Nos va sonando familiar el argumento? Tal vez sí, porque la historia la escriben los que ganan, dicen, y todo indica que una y otra vez vence el relato de quienes exacerban una paz sometida, más que una paz fruto de la justicia.
De este modo, con el paso de los siglos fue ganando popularidad y fuerza el escenario de un pesebre al que le han ido poniendo toda estirpe de animales y no el de una simple morada de opositores a la ocupación imperialista romana. Preferimos creer que el telón de fondo para el Amor, la Verdad, la Justicia y la Paz sea un manso corralito pastoril, antes que una modesta casa donde se puede engendrar una revolución contra el emperador de turno.
Sabiendo ahora todo lo anterior, si tuvieras que escribir el guion de una película sobre el nacimiento que se conmemora en Navidad ¿Cuál sería la escenografía que mejor refleja lo que debieras contar? ¿Qué personajes rondarían alrededor del recién nacido? ¿animalitos, o gente oprimida, o bestias acechando? Piénsalo bien, porque el escenario ya cuenta la trama.
BONUS TRACK:
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