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Epístola a los que siguen a Jesús en esta larga y agostada tierra por la injusticia


Ser creyente hoy en Chile no es poca cosa. Se los digo no como observador externo, sino como alguien que hace años estudió teología, vivió por dentro la vida  religiosa y, precisamente por ver de cerca la distancia entre el discurso y la práctica pastoral, terminó tomando distancia de las instituciones eclesiales. No perdí el respeto por la Buena Noticia, pero sí me distancié de las estructuras que la usan a su antojo. Lo que perdieron las religiones conmigo lo ganaron las artes y la literatura y convertí muchos de los versículos en versos de mi estética documental.


"Un profeta clama en el desierto" es la imagen de un discurso que es ignorado.
"Un profeta clama en el desierto" es la imagen de un discurso que es ignorado.

Justamente por eso pienso en ustedes con respeto. Sé que son miles los que oran, trabajan, crían hijos, sirven en sus comunidades y desean sinceramente lo mejor para el país. A ustedes les escribo esta carta, para proponerles una pregunta simple pero incómoda que también me hice muchas veces: ¿Qué significa que nuestra fe entre en la política?¿Estamos sirviendo al Reino de Dios… o estamos siendo usados por intereses que poco tienen que ver con Jesús?


Por eso vale la pena detenerse un momento a reflexionar porque  el mundo evangélico no nació de la nada. Nació, en gran parte, gracias a un monje que se atrevió a decir “no”: Martín Lutero quien se plantó frente al poder religioso y político y dijo: esto no calza con el evangelio.


Él no se conformó con la versión oficial en latín; volvió al griego y al hebreo, revisó el canon y se preguntó qué textos realmente conducían a Cristo. Por eso importa entender bien qué significa cuando Jesús anuncia que “el Reino de Dios está cerca”. Los evangelios usan la expresión griega ἤγγικεν ἡ βασιλεία τοῦ θεοῦ, donde ḗnguiken (de ἐγγίζω, “acercarse”) no alude a algo que “vendrá pronto”, sino a algo que ya se ha acercado y ahora está a la mano.


Así, el Reino no es solo algo futuro “allá arriba” ni una promesa pospuesta, sino una presencia viva que ya irrumpió en Jesús y sigue acercándose. Ese movimiento en curso que une cielo y tierra, fe y justicia es el que debería orientar también cómo miramos la política, la equidad y el trato a los más pequeños.


Cinco siglos después, la historia se complicó. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos entendió que la religión podía ser herramienta política. Quedó registrado en documentos oficiales que la CIA: llegó a usar misioneros y líderes religiosos en América Latina para sus fines, mientras miraba con recelo a teólogos y comunidades que hablaban de “opción por los pobres y justicia social”. En Chile cristianas y cristianos que acompañaban a pobladores, campesinos y trabajadores se les trató casi como enemigos internos.


En el último medio siglo, el voto cristiano ha sido considerado como voto útil a la derecha, lo  que oculta un menosprecio implícito a la población evangélica, la que termina pagando "justos por pecadores", por los equivocados consejos de pastores que se han coludido con el poder. El mejor o peor ejemplo: el descrédito de cristianos en Brasil después de Bolsonaro.
En el último medio siglo, el voto cristiano ha sido considerado como voto útil a la derecha, lo que oculta un menosprecio implícito a la población evangélica, la que termina pagando "justos por pecadores", por los equivocados consejos de pastores que se han coludido con el poder. El mejor o peor ejemplo: el descrédito de cristianos en Brasil después de Bolsonaro.

Al mismo tiempo, durante los 70, surgieron televangelistas con un mensaje atractivo: Dios quiere prosperarte, si tienes fe no te faltará nada, cada uno es responsable de su éxito o fracaso. ¿Suena esa prédica a un modelo económico que deja todo en manos del mercado y responsabiliza al individuo de su propia pobreza? Sospechosa la cosa…


Con ese predicamento, la fe se reduce a moral sexual y esfuerzo personal, y casi no se habla de estructuras injustas, corrupción o concentración de la riqueza. Hablan de un evangelio falso: en el que todos seríamos iguales en condiciones económicas y sociales. Pero no es así y Jesús lo sabía: se reunía con prostitutas ¿lo haces tú? Comía con gente de dudosa reputación ¿lo haces? Sana al "amigo personal" (no sirviente, como traducen algunas versiones mojigatas) de un Centurión ¿Aceptas la diversidad sexual? Toca a los leprosos ¿Compartes tu vida corporal con los infectados de VIH? Venía de la peor región de esa época “¡Pero que puede salir de bueno de Galilea!” Dijeron de él (Galilea era una zona de rebeldes por entonces). Es decir: Jesús sufrió la discriminación por su origen y amistades.


El caso de Brasil es un espejo que vale la pena mirar. Jair Bolsonaro llegó al poder apoyado fuertemente por el mundo evangélico: se hizo bautizar en el Jordán, repitió “Dios por encima de todos”, prometió defender la familia y combatir la “ideología de género”. Muchos pastores lo presentaron como el “candidato de Dios”. Sin embargo, su gobierno se caracterizó por el desprecio a los derechos humanos y una economía que siguió favoreciendo a los poderosos más que a los pobres. Una parte importante de las iglesias quedaron amarrada a un proyecto autoritario que usó sus apoyos… y luego las olvidó, quedando esos pastores estigmatizados como los “cooperadores del mal”.


En Chile también hemos visto cómo algunos sectores levantan la Biblia como bandera, llaman a cruzadas “por la familia” y convierten a los evangélicos en tropa de choque contra mujeres, diversidades sexuales, pueblos originarios o incluso otros cristianos. Se les invita a votar movidos por el miedo: “si ganan ellos, se acaba la fe, cierran las iglesias, nuestros hijos se perderán”. El miedo es un excelente combustible para campañas, pero un pésimo consejero para la conciencia. Jesús denunció a los religiosos que “atan cargas pesadas sobre los demás” y puso el amor al prójimo como medida real de la fe. Cualquier proyecto que desprecie a los pobres, insulte a migrantes, relativice la tortura o trate a sus adversarios como basura, por muy “cristiano” que se diga, está lejos del corazón del evangelio.


Si has llegado hasta el final de esta columna es porque tu fe te importa, ¿cierto? Y si tu fe te importa, también te importa lo que se hace en nombre de Jesús, ¿o no? Y si te importa lo que se hace en su nombre, tampoco quieres que nadie use el evangelio para engañar o abusar del pueblo, y en eso estamos de acuerdo. Jesús no se alineó con los poderosos ni con el imperio; se acercó a los que no contaban. Eso lo sabes, lo has leído mil veces. Y también sabes que a Jesús lo mataron los “buenos” de turno, los religiosos correctos y el poder político aliado, ¿Verdad?


Te invito a que antes de entrar en el secreto de la cámara de votación, pienses mientras esperas tu turno de votar: ¿quién toma la decisión? Obvio, que la tomas tú, delante de Dios, con tu conciencia despierta, sabiendo que participar en política no es malo; que es una expresión legítima de la fe, y de eso no hay duda. Pero por favor, hazlo de manera responsable y mira más que a cada candidato, cada programa con ojos abiertos y hazte preguntas incómodas, pero necesarias: ¿Este programa defiende la vida solo antes de que eventualmente pueda llegar a nacer, o también cuando esa vida crece en una población sin salud, sin educación, sin alimentación ni pensión dignas? ¿Este programa económico cuida a los más débiles, o solo protege a los poderosos?


Si estás de acuerdo en que Jesús se puso del lado de los pobres, de las mujeres, de los enfermos, de quienes no contaban; si coincidimos en que tu fe no se vende ni se arrienda a ningún partido; si comprendes que el Reino de Dios no puede ser excusa para el odio ni para el autoritarismo… entonces esta vez puedes decidir algo muy simple y muy profundo: no prestarle tu fe ni tu voto a ningún proyecto que promueva odio, discriminación o desprecio por los más pequeños, aunque venga envuelto en versículos.


Por otro lado, puede que haya creyentes cuya conciencia de verdad no les permite marcar ninguna de las opciones y piensan que lo mejor es marcar Blanco/nulo, pero lamentablemente eso  también es una decisión política, no es neutral, esa abstención ¿no significará acaso que no me importa lo que Jesús me pide que realmente me importe? Y lo más probable es que esta abstención te recuerde mucho a Apoc. 3,16. Y yo creo de verdad que no quieres eso para ti ¿O sí?


Finalmente, como en toda epístola o carta, simplemente me cabe despedirme y lo hago con un abrazo fraternal de quien comparte el mismo sueño de igualdad de uno de los más grandes pastores de la historia, Martin Luther King, quien dijo: “Siempre es el momento oportuno para hacer lo correcto.” Te lo dice quien solo puede decir de sí mismo: yo, el peor de todos.

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