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Sin miedo al cuerpo

¿Te gusta escribir y/o leer poesía? Hablemos entonces de “poesía concreta”, que cuando nos la mencionan, pensamos en imágenes y sonidos propios del siglo XX y de esta era digital, pero no, no es tan así. Esta forma de hacer poesía hunde sus orígenes en la antigua Grecia, pasando por toda la historia de Occidente, para aparecer llena de fuerza en las vanguardias del siglo pasado.


Pero vamos por parte… ¿Poesía “concreta”?.


El huevo, uno de los registros de poesía visual más antiguos
Caligrama de Simias de Rodas (Hacia el 300 a. C.)

Sí, "concreta" decíamos...


Lo primero que debemos saber es que si hablamos de ella suponemos de inmediato que, por el contrario, debe haber algo que podríamos llamar poesía “abstracta” o “inmaterial” (por si entendemos concreto como algo material), y que sería toda esa escritura que tiende a olvidar que el poema es un vehículo realizado con elementos reales, fonéticos, acústicos, gráficos, visuales, etc.


Los "concretistas", como se les conoce a los autores que adscriben a esta línea estética, están muy conscientes de que el poema, antes que un etéreo espíritu poético es un cuerpo sólido, un organismo vivo donde todo importa, desde cómo y con qué se escribe hasta lo que dice o intenta decir. No es lo mismo escribir un poema con nubes, en el cielo –como lo hizo el poeta chileno Raúl Zurita- que publicar un libro con fotografías de ese poema.




No da lo mismo escribir un poema religiosos solo con palabras que, además, del significado de las palabras se use su forma para crear un dibujo, como lo hizo Rabanus Maurus en el medioevo:


Cierto academicismo tradicional pretende ver solo lo que el poema “dice”, su mensaje o significado y únicamente relaciona el concepto de poesía con posibles ideas y emociones, olvidando que –como todo elemento comunicacional- es un signo que tiene una materialidad donde ese significado se aloja y cobra forma.


Ahora bien, si observamos atentamente esta división, notaremos que está estrechamente ligada con otras odiosas separaciones que hasta día de hoy nos persiguen: cuerpo y alma, forma y contenido, esencia y accidente, apariencia y realidad, etc. ¿Acaso no son estas divisiones más que manifestaciones de una concepción filosófica dominante? No hay que pensarlo mucho para darse cuenta de que es así. Hay toda una moral y una estética que además de separar lo que está indisolublemente unido, subordina la materia a la idea, pone el cuerpo por debajo de un supuesto espíritu superior...


Sí, Platón nos sigue penando y contra ello se alzaba mucha de la obra de Nicanor Parra:

¿Podemos comprender la obra poética de Parra si le quitamos su materialidad?
Artefactos de Nicanor Parra


Influenciados por estas ideas, muchos teóricos actúan como verdaderos magos de circo ante su público: despreciando la materia, lo concreto, llegan a borrar la corporalidad de una obra poética. Como esos encantadores escénicos, ante nuestros ojos hacen desaparecer el cuerpo del poema, para quedarnos con una abstracción de algo que tenemos ante nuestras narices, pero que ya no vemos.


Avance del proyecto de poesía visual Carmina Recoletana


La Poesía concreta, en tanto es una escritura “diferente” exige un lector alfabetizado, socializado de otro modo. Si alguien quiere bucear con placer, y no a contrapelo, en un mar de signos líricos que no le son familiares, deberá pasar por un proceso de reeducación del gusto, porque la primera dificultad que se encuentra al acceder a una poesía distinta es abandonar la mochila cultural que arrastra, tan tributaria de un enfoque que compartimenta la realidad en estancos donde todo tiene una etiqueta.

¿Quién no estudió en una institución donde la realidad se abordaba desde disciplinas, “asignaturas”, que apenas se rozaban? (Así las cosas, era y será muy difícil, por ejemplo, que las clases de Literatura, las de Artes, las de Música y las de Ciencias del Medio Social confluyan en una sola aula).

De este modo, todos crecimos pensando que la cultura, la escritura, las artes visuales y otros fenómenos humanos se entienden como parcelas con límites que personas muy especializadas dirimen (el tufillo fascista de cierto academicismo es insoportable, lo sabemos). Por eso en el mundo de la industria creativa se demanda una hiper especialización, que históricamente comenzó a tomar forma académica bajo las empolvadas pelucas de la época de la Ilustración y continúa en el enjundioso mercado educativo de los contemporáneos doctorados.


Paisaje con caligramas de Apollinaire, casi un ready made al estilo Duchamp


De ahí que la sola idea de tener que volver a entender la poesía de otra manera es particularmente irritante para la egolatría de algunos, que no están dispuestos a volver aprender a leer y, por el contrario, les resulta más familiar a las nuevas generaciones que crecieron en medio de la cultura de la imagen. Pero para pesar de los primeros, el arte contemporáneo, la escritura que se respira en las redes sociales tiene colores, formas, diseño, palabras, sonidos y quien sabe, algún día hasta olores nuevos que se compartirán sin tanto prejuicio, para hacer lo único que los humanos pueden hacer para elevarse un poquito por sobre el polvo del suelo: Poesía, crear con los signos que le han sido heredados para crear cuerpos de significados nuevos


A continuación, un video que recopila materiales utilizados en una Performance poética del año 1985  (¡Uf, 33 años no es nada!), en la que hice una relectura del mito de Ícaro a partir de la base de documentos e imágenes de la época:



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