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Las razonables leyes de la estupidez

La estupidez humana no es algo para la risa; al contrario, suele ser una tragedia que recorre la historia de la humanidad. Ha sido objeto de reflexión en la filosofía, la psicología, la literatura e incluso la teología.  Una obra señera en las aproximaciones a este tema es el Elogio de la Locura, de Erasmo de Rotterdam, que quizás debiera llamarse Elogio de la necedad, de la tontera. Escrito en el siglo XVI, cada tanto conviene desempolvarlo para constatar que no hemos avanzado mucho. Carlo Cipolla, economista e historiador italiano, definió cinco leyes de la estupidez en su libro Allegro ma non troppo 


En un tono satírico, más "amable" que las pasmosas conclusiones que se levantan de la teoría de la banalidad del mal, de Hannah Arendt. Cipolla planteaba cinco leyes básicas en torno a la estupidez humana.  La primera ley es que siempre, e inevitablemente, todo el mundo subestima el número de estúpidos en circulación. Sí, son mucho más de los que creemos.


Carlo Cipolla

Carlo Cipolla 1922 - 2000


La segunda ley es que la probabilidad de que alguien sea estúpido no depende del nivel económico ni cultural, tampoco de la tendencia política o el estatus social.

La estupidez es democrática: se distribuye prácticamente igual por todos los segmentos de la población.

Las razonables leyes de la estupidez nos clasifican

La tercera ley es la que el mismo Cipolla estimaba la más importante de todas, y es la que define a una persona estúpida como: “aquella que causa pérdidas a otra persona o a un grupo de personas mientras que ella misma no gana nada o incluso sufre pérdidas”.  A partir de este principio, realmente alarmante, Cipolla estableció cuatro categorías en las que se podrían clasificar a todas las personas en función de su comportamiento, valorando los beneficios o pérdidas que sus acciones causan a los demás y los que se causan a sí mismos:


Fotografía de Cipolla en estilo Warhol, artista que pudo en evidencia la estupidez y al ingenuidad del consumidor de arte contemporáneo.
Cipolla modo Warhol, el artista que mejor captó la ingenuidad y estupidez del mercado del arte

1.     Las personas estúpidas son aquellas cuyos actos perjudican a los demás sin que les aporten ganancias a ellos, e incluso les reporten pérdida.

2.     Las personas malvadas –a las que Cipolla llama 'bandidos'– son aquellos que perjudican a los demás para obtener un beneficio personal.

3.     Las personas inteligentes, que son aquellas cuyos actos les benefician a sí mismos y a los demás.

4.     Las personas ingenuas son los que ayudan a los demás, incluso a costa de perjudicarse a sí mismos, contribuyen al bienestar de la sociedad, pero son explotados por ella. Son altruistas que se convierten en presa fácil para los bandidos. Ambos siguen un patrón de racionalidad, pero la lógica no lo es todo. Los ingenuos tienen una alta dosis de altruismo; los bandidos, de egoísmo malsano.


Los bandidos, a diferencia de los estúpidos, que suelen actuar de manera irracional, saben perfectamente lo que están haciendo, son conscientes de su comportamiento. Y por eso los inteligentes los detectan, captan lo que intentarán hacer y, por tanto, toman medidas para defenderse ante ellos.


Pero las ideas y planes de las personas inteligentes, muchas veces son frustrados por los estúpidos, ya que estos estos son totalmente impredecibles y muy destructivos: estúpidos.

Como todas las sociedades, desde las más complejas a las más pequeñas, están plagadas de estúpidos, los inteligentes no pueden contribuir mucho al desarrollo tanto como se espera de ellos, debido a las resistencias y obstáculos que se encuentran en el camino, debido a la irracional acción de las masas.

La cuarta ley de Cipolla afirma que las personas no estúpidas, incluso los malvados, siempre subestiman el poder dañino de los estúpidos: los no estúpidos debieran recordar constantemente que tratar y/o relacionarse con estúpidos siempre será un error, cualquiera sea el momento, lugar y circunstancia. Según Cipolla, lamentablemente las personas inteligentes tienden a creer que son inmunes a los estúpidos dada su inteligencia. Pero como les es difícil imaginar el irracional comportamiento de los estúpidos, los ataques de estos los toman por sorpresa. Esto da base a la última y quinta ley básica:


 “Las personas estúpidas son el tipo de personas más peligrosas”.

¡Mucho más que los malvados! Y eso no es todo, dentro de los estúpidos, los más peligrosos son los estúpidos con poder. Para Cipolla, no hay nada más peligroso que un estúpido con poder.



Para mayor desgracia, la masa (conformada por esa silenciosa mayoría de estúpidos, según el primer principio), en las elecciones, logran que el porcentaje de estúpidos que ocupan puestos de gran responsabilidad en los gobiernos, cualesquiera que sean los niveles de estos, se mantenga aterradoramente alto.


Nadie está libre de tener un comportamiento estúpido. El problema se vuelve serio cuando esa conducta es persistente y se alimenta del miedo, la rabia, la frustración, la ignorancia, la desinformación, la obediencia ciega entre otras variables que suelen inocular los malvados. Contradictoriamente, estos no siempre logran su cometido porque acostumbran a poner en zonas de poder a los más estúpidos, con el anhelo de manipularlos, pero estos una vez instalados ahí actúan como el estúpido perro del hortelano; sí, ese que no come hortalizas y no deja que otros entren a cogerlas


Quizás para corroborar las razonables leyes de la estupidez haya que ver nuestras propias intenciones, acciones y resultados, así como las acciones y resultados de nuestras autoridades para saber en qué categoría nos ubicamos y se ubican los que detentan un poco o mucho de poder a nuestro alrededor.


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