Durante todo el año 2018 me la he pasado de cabeza en un proyecto literario escrito bajo el formato de Poesía Documental, "Triple X, verdadero informe de la pornografía en Chile", que recopila el testimonio de mujeres víctimas de la violencia sexual como instrumento de tortura política durante la dictadura de Pinochet en Chile. Tanto el tema como el formato pueden dejar devastado el ánimo si no se tiene la firme convicción de que es urgente hablar de cicatrices que no han cerrado en el cuerpo social del país.
La Poesía Documental es un oficio peregrino, un arte pedigüeño, carroñero. Es el ojo de la comadrona del pueblo tras el visillo de su casa. El poema documental tiene la gracia de un cartonero que escarba la basura, con la peregrina esperanza de encontrar algún diamante en la podredumbre nuestra de cada día. El poeta que se afinca en la zona documental indaga los registros de aquello que las convenciones llaman “la realidad” para citarlos, o para enrostrárnoslos una y otra vez.
Quizás no existe el escritor de poesía documental y solo es un editor, una modista que une piezas y patrones con la esperanza de que no se note la puntada del hilván. Como quien corea un mantra que vacía de significado los fonemas, como los niños que repiten sin cesar una palabra hasta que no es más que un eco sin sentido, así el escritor de poesía documental desconfía de las palabras oficiales, tanto de la poesía como de las instituciones.
La poesía documental se refiere a ese texto que cita o reproduce documentos, testimonios, declaraciones que no fueron redactadas por el poeta, pero en las que él ve un uso trascendente del lenguaje, más allá de lo aparentemente ordinario del habla.
Es también un texto que relaciona narraciones, crónicas, prosa histórica, ya sean macro o micro, en relación a temas culturales, sociales o humanos, o simplemente naturales que al ser dispuesto bajo una forma particular adquiere resonancias de acto fundador del lenguaje, de acto poético, en su sentido primigenio. El hacedor de poemas documentales recoge instrumentos escritos por quienes nunca vieron poesía en ellos y se pasma o se maravilla ante las palabras que encuentra entre esos papeles, que aspiran a ser serios, o al menos ciertos.
Cada afirmación rotundamente declarada por alguien con algo de poder tiene una grieta por la que se avizoran negros universos de silencio y mordaza donde toda partícula de bondad es atrapada por la Banalidad del mal (H. Arendt).
Quien sigue esta ruta actúa como un notario que debe dar fe de que cada sentencia contiene más silencios que afirmaciones explícitas, más elipsis que crean invisibles redes de poder que palabras claras. El autor es un fabricante de sentidos nuevos a punta de citas que, como el monje amanuense en el silencio de la abadía medieval, a veces puede llenarlas de iluminaciones periféricas.
Cogiendo y pegando las palabras hasta convertirla en un derrame de palabras que parezcan ceniza y humo, algo así como un verso, la Poesía documental sienta sus bases afuera de la estéticas convencionales, recorre el campo de lo ético, de las huellas (siempre políticas, porque son pisadas en la Polis), de protagonistas verídicos, más que verosímiles. Es, al final de una jornada de vagabundo, el producto de un trabajo en el que confluye el rigor de un minucioso historiador y la osada creatividad de un artista embravecido por la angustia.
La Poesía documental toma todos los textos posibles, quedando signada por una pluralidad de voces y por una subjetividad híbrida donde la cita textual de un oficio mecanografiado se junta con el trazo icónico de un plano cartográfico, o el texto manuscrito sobreviviente se fecunda con las imágenes de videos que a veces no quisiéramos volver a ver.
La Poesía Documental es archivo pero también diáspora de sentidos, collage aleatorio y clasificación taxonómica. El texto del panfleto furtivo se une a la declaración que habita en una cinta magnetofónica y dialoga con el registro digital que espera su lectura en alguna URL del ciberespacio.
Testimonios orales, despojos de memoria urbana, mediática, civil o militar y hasta abrumadoras bases de datos y cifras concurren para formular esta voz siempre coral que constituye a un poema documental. De este modo, con las menores interferencias posibles, el receptor puede ver ante sí las palabras que en algún momento hirieron el cuerpo social y que hoy son expuestas como cicatrices de guerra, de pústulas venenosas.
No es el momento de exponer la línea historiográfica que sostiene este tipo de literatura, pero solo en el siglo XX no se puede dejar de mencionar los trabajos de notables escritores, como el de la gran poeta y ensayista Muriel Rukeyser, que con “The book of Dead”, a fines de la década del 40, estremeció y mantiene viva aún, la memoria de los obreros víctimas de la ambición fáustica, del sueño americano de los Estados Unidos, reflejado en el caso del desastre de Hawk's Nest Dam, por el cual cientos de obreros murieron por silicosis debido a las condiciones en las que trabajan.
La tragedia de Hawk`s Nest que motiva. a Muriel Rukeyser a escribir su obra.
En esta línea, “Holocaust”, la estremecedora creación de un poeta que acuñara el concepto de objetivismo, Charles Reznikoff, viene a rescatar el valor del documento duro, del testimonio descarnado que se aloja en cientos de páginas de procesos a los culpables de los crímenes nazis. Curioso es que otro de los referentes reconocidos más importantes de este estilo de escritura sea otro norteamericano, y no un poeta venido de un país de raigambre socialista (como podría suponer una lectura políticamente mezquina del fenómeno), William Carlos Williams, quien con verso casi minimalista retrata y recupera la micro historia que se entrelaza con la macro historia, en una obra paradigmática en la literatura universal, “Paterson”, un documento vivo que recupera la identidad del país retratando un pueblo.
Secuencia de poemas del protagonista de PATERSON, película del genial director Jim Jarsmuch, inspirada en la vida y estética literaria de William Carlos Williams.
Más recientemente hay que citar la obra de Heimrad Bäcker, “Transcript”, que cruza la línea hacia la poesía visual para reflejar casi con dato estadístico lo que fue la realidad espantosa de los campos de exterminio alemanes, que él saca a la luz solo reflotando el lenguaje de los ejecutores y de las víctimas que se encuentra en cientos de documentos jurídicos y estudios que rodearon los juicios de Nuremberg.
La reciente historiografía literaria consigna textos que se pueden considerar exponentes de la poesía documental: en la obra de poetas como Ernesto Cardenal (particular atención merece “Hora Cero”),o de Allen Ginsberg, en "Wichita", o en textos híbridos como el reciente “Coal Mountain Elementary” de Mark Nowak, así como más explícitamente en la obra del poeta argentino Sergio Raimondi (“Poesía civil”).
La investigación al respecto en la poesía chilena, comienza recién a abrir una búsqueda de algo que pudiera citarse como Poesía Documental, en el sentido antes descrito. Es un trabajo tentativo, exploratorio, ya que si bien hay variados antecedentes de poesía testimonial y muchos de poesía visual (de la cual Chile es pródigo en creatividad, desde los caligramas de Huidobro en adelante), en la gran mayoría de ellos subyace un hablante lírico que refleja –al modo de la poesía convencional tributaria del modernismo- la subjetividad de un autor, como por ejemplo en casi toda la obra de Raúl Zurita, en algunos textos de Rodrigo Lira, en cierta intencionalidad de algunos textos parrianos y otros de Lihn.
La voluntad explícita de hacer el cruce hacia el silencio del hablante, hacia el discurso poético investigativo, como se le podría llamar, aparece de modo explícito en la reciente obra de autores como Carlos Cociña, Andrés Ajens y de forma particular y destacada, la documentación poética, ya que escritura no proceda, de Carlos Soto Román.
No obstante, la documentación para oficializar un supuesto canon literario, si es que se puede canonizar algo en estas materias, está comenzando a registrarse y de ello hablaremos más adelante.
Serie de poemas realizados para mi Proyecto TRIPLE X (Fondart 2018).
(Debido a los dispositivos digitales que utiliza, para apreciarlo de mejor modo, te sugiero usar versión escritorio más que móvil)
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